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Los resultados indican que el malestar psicológico previo a la concepción -ansiedad o depresión- fue un fuerte predictor de los despertares nocturnos del bebé, independientemente de los efectos de la depresión postnatal, el hecho de compartir el dormitorio y otros factores de confusión. Un malestar psicológico significativo antes de la concepción se asoció con un aumento del 23% del riesgo de despertares nocturnos del bebé a los 6 meses de edad y con un aumento del 22% del riesgo a los 12 meses de edad.

Según los autores, los despertares nocturnos frecuentes y perturbadores en el último período del primer año de vida son clínicamente relevantes porque predicen problemas de sueño a los tres años de edad, que a su vez se asocian con problemas de comportamiento. Durante el desarrollo de la primera infancia, la mala calidad del sueño también puede afectar a las capacidades de aprendizaje. Los despertares nocturnos del bebé también alteran el sueño de la madre, lo que predice el estado de ánimo, el estrés y la fatiga maternos.

En el estudio participaron 874 mujeres de entre 20 y 34 años de la ciudad de Southampton (Reino Unido). Antes de quedarse embarazadas, las mujeres completaron el Cuestionario de Salud General, un instrumento de cribado de 12 preguntas que detecta los trastornos de depresión y ansiedad. El 29% de las mujeres fueron clasificadas con un malestar psicológico significativo.

Cuando su bebé tenía 6 y 12 meses de edad, las mujeres informaron de la frecuencia con la que su hijo se había despertado de media entre las horas de medianoche y las 6 de la mañana cada noche durante las dos últimas semanas. El porcentaje de niños que se despertaban al menos una vez cada noche era mayor entre las mujeres con problemas psicológicos antes del embarazo, tanto a los 6 meses de edad (52 por ciento frente al 43 por ciento) como a los 12 meses (46 por ciento frente al 36 por ciento).

Según los autores, los problemas de sueño infantil no tratados pueden convertirse en crónicos, con implicaciones para la salud mental y el bienestar tanto del niño como de la madre. Las dificultades de las madres, que ya son vulnerables a la ansiedad y la depresión, se verán exacerbadas si también se ven privadas de sueño. Los autores concluyen que reconocer y tratar el malestar psicológico antes, durante y después del embarazo puede promover una mejora del sueño infantil.