Amália Rodrigues
Reina indiscutible del fado portugués, la cantante Amália Rodrigues nació en el barrio lisboeta de Alfama en 1920; una de diez hijos, fue abandonada por su madre a la edad de un año y criada por su abuela, pasando sus años de formación vendiendo productos en la calle y trabajando como costurera. En contra de los deseos de su familia, Rodrigues actuó de adolescente como bailarina de tango, y a los 19 años debutó como cantante profesional junto a su hermana, Celeste, en el elegante local nocturno lisboeta Retiro da Severa.
En un año se convirtió en una estrella, agotando las entradas de los clubes cada noche; en 1944, viajó a Brasil, atrayendo a grandes multitudes durante su estancia en el Casino de Copacabana y, posteriormente, regresó a Río de Janeiro para realizar sus primeras grabaciones. Rodrigues no sólo popularizó el fado en toda Sudamérica, sino que lo reinventó: fusionando brillantemente los estilos urbano y rural de Lisboa y Coimbra, también buscó material que fuera más allá de las tradicionales historias de romances fallidos para explorar, en cambio, las más profundas crisis del alma y del espíritu, ofreciendo interpretaciones inigualables por su poder fatalista y su belleza inquietante.
Como el representante de Rodrigues, José de Melo, creía que sus fans nativos dejarían de asistir a sus actuaciones en directo si podían comprar sus grabaciones, no entró en un estudio de grabación portugués hasta 1951, publicando un puñado de temas en el sello Melodia antes de pasar al sello Valentim de Carvalho al año siguiente. Después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a hacer giras fuera de Sudamérica y consiguió un éxito internacional en 1956 con «Coimbra», grabado en directo en el Teatro Olympia de París.
En total, Rodrigues grabó más de 170 álbumes e incluso apareció en varios largometrajes, manteniendo su poder de atracción incluso después de que la popularidad del fado empezara a disiparse durante la década de 1960. Siguió haciendo giras hasta más allá de sus 70 años, y sólo se retiró tras someterse a una operación quirúrgica; pasó los últimos años de su vida recluida, y su última aparición pública fue en la inauguración de la Expo de Lisboa en 1998. Rodrigues murió el 6 de octubre de 1999, a la edad de 79 años; al recibir la noticia de su fallecimiento, el Primer Ministro portugués, Antonio Guterres, ordenó tres días de luto nacional, declarándola «la Voz de Portugal».