Averroes
La defensa de la filosofía de Averroes
La primera obra de Averroes es Medicina general (Kulliyāt, Colliget en latín), escrita entre 1162 y 1169. Sólo se conservan algunos de sus escritos jurídicos y ninguno de sus escritos teológicos. Sin duda sus escritos más importantes son tres tratados polémicos religioso-filosóficos estrechamente relacionados, compuestos en los años 1179 y 1180: el Faṣl al-Maqāl con su apéndice; el Kashf al-Manāhij; y el Tahāfut al-Tahāfut en defensa de la filosofía. En los dos primeros nombrados, Averroes plantea una audaz afirmación: sólo el metafísico que emplea ciertas pruebas (silogismo) es capaz y competente (además de estar obligado) a interpretar las doctrinas contenidas en la ley revelada proféticamente (Sharʿ o Sharīʿah), y no los mutakallimūn (teólogos dialécticos) musulmanes, que se basan en argumentos dialécticos. Establecer el verdadero significado interno de las creencias y convicciones religiosas es el objetivo de la filosofía en su búsqueda de la verdad. Este significado interno no debe ser divulgado a las masas, que deben aceptar el significado simple y externo de las Escrituras, contenido en historias, símiles y metáforas. Averroes aplicó los tres argumentos de Aristóteles (demostrativo, dialéctico y persuasivo, es decir, retórico y poético) a los filósofos, los teólogos y las masas. La tercera obra está dedicada a una defensa de la filosofía contra el contundente ataque de su predecesor al-Ghazālī dirigido contra Avicena y al-Fārābī en particular. La defensa de Averroes, por muy enérgica y exitosa que fuera, no pudo devolver a la filosofía su posición anterior, aparte de que el ambiente en la España musulmana y en el norte de África era de lo más desfavorable para el desarrollo sin trabas de la especulación. Como resultado de la actividad reformadora de Ibn Tūmart (c. 1078-1130), destinada a restaurar el monoteísmo puro, se arrebató el poder a los almorávides gobernantes y se fundó la nueva dinastía bereber de los almohades, bajo la cual sirvió Averroes. En la jurisprudencia se pasó de la aplicación práctica de la ley musulmana mediante la apelación a la autoridad anterior a un énfasis igual en el estudio de sus principios y el renacimiento de la decisión legal independiente sobre la base de las enseñanzas de Ibn Tūmart. La idea de Ibn Tūmart de instruir a las masas, hasta entonces ignorantes, en el significado claro de la sharīʿah, de modo que la práctica se basara en el conocimiento, tuvo una importancia aún mayor. Estos desarrollos fueron acompañados por el estímulo de los falāsifah – «aquellos que», según el Faṣl de Averroes, «siguen el camino de la especulación y están ávidos de un conocimiento de la verdad»- para aplicar argumentos demostrativos a la interpretación de la enseñanza teórica de la Sharīʿah. Pero con las manos de juristas y teólogos así reforzadas, la defensa de la filosofía por parte de Averroes siguió realizándose dentro de una atmósfera desfavorable.
El propio Averroes reconoció el apoyo de Abū Yaʿqūb, a quien dedicó su Comentario a la República de Platón. Sin embargo, Averroes prosiguió su búsqueda filosófica frente a la fuerte oposición de los mutakallimūn, que, junto con los juristas, ocupaban una posición de eminencia y de gran influencia sobre las masas fanáticas. Esto puede explicar por qué cayó repentinamente en desgracia cuando Abū Yūsuf -con motivo de una yihad (guerra santa) contra la España cristiana- lo destituyó de su alto cargo y lo desterró a Lucena en 1195. Apaciguar así a los teólogos en un momento en que el califa necesitaba la lealtad y el apoyo indiviso del pueblo parece una razón más convincente que lo que nos cuentan las fuentes árabes (ataques a Averroes por parte de la plebe, probablemente a instigación de juristas y teólogos). Pero la desgracia de Averroes sólo duró poco -aunque lo suficiente como para causarle un agudo sufrimiento-, ya que el califa volvió a llamar a Averroes a su presencia tras su regreso a Marrakech. Después de su muerte, Averroes fue enterrado primero en Marrakech, y más tarde su cuerpo fue trasladado a la tumba familiar en Córdoba.
No es raro en la historia del Islam que el apego privado de los gobernantes a la filosofía y su amistad con los filósofos vaya de la mano de la desaprobación oficial de la filosofía y la persecución de sus adherentes, acompañada de la quema de sus escritos filosóficos y la prohibición del estudio de las ciencias seculares que no sean las requeridas para la observancia de la ley religiosa. Sin el estímulo califal, Averroes difícilmente habría podido persistir toda su vida en su lucha por la filosofía contra los teólogos, como se refleja en su Comentario a la República de Platón, en obras como el Faṣl al-Maqāl y el Tahāfut al-Tahāfut, y en originales tratados filosóficos (por ejemplo, sobre la unión del intelecto activo con el intelecto humano). Es probable que el paulatino alejamiento de sus dos maestros y mecenas de la teología de Ibn Tūmart y su preocupación por la ley islámica también le ayudara. Que a Averroes le resultaba difícil proseguir sus estudios filosóficos junto con el cumplimiento concienzudo de sus deberes oficiales lo revela él mismo en algunas observaciones dispersas en sus comentarios; por ejemplo, en el relativo al De partibus animalium de Aristóteles.