Botox – El veneno más mortífero del mundo
¿Cuál es tu veneno? ¿Qué tal la sustancia natural más venenosa conocida por el hombre? Se puede inyectar, inhalar o ingerir y causa rápidamente parálisis y la consiguiente insuficiencia respiratoria. La toxicidad de cualquier sustancia puede medirse utilizando una escala conocida como dosis letal media, que mide la cantidad de esa sustancia necesaria para matar a la mitad de las personas a las que se administró. Este veneno en particular tiene una dosis letal media de 1,2-1,3 ng/kg cuando se inyecta. Para poner esta cifra en perspectiva, un gramo de esta sustancia, equivalente a la masa de un raison, sería suficiente para matar a más de 5,5 millones de hombres (con un peso medio de 70 kg).
Esto puede compararse con otros venenos bien conocidos para medir su toxicidad. Por ejemplo, el cianuro de hidrógeno es el gas mortal utilizado para llevar a cabo asesinatos en masa durante el holocausto de la Segunda Guerra Mundial. En las mismas condiciones, el cianuro tiene una dosis letal media estimada de 1,1 mg/kg, lo que significa que un gramo podría utilizarse para matar a unos 6 hombres.
Desde 2002, este veneno en particular está autorizado para aplicaciones cosméticas. Se ha convertido en una industria multimillonaria, donde la gente paga grandes cantidades de dinero para tener el privilegio de esta toxina inyectada en sus cuerpos. Este veneno es el Botox.
El Botox es una forma particular de la toxina botulínica que se encuentra en el suelo, el polvo y los alimentos contaminados. Actúa atacando el sistema nervioso y provocando parálisis en las personas expuestas. Para que los músculos se muevan, debe producirse una comunicación neuronal. Para contraer un músculo, una neurona del cerebro o de la médula espinal genera un impulso eléctrico que señala la liberación de una sustancia química conocida como neurotransmisor. El neurotransmisor viajará hasta el sitio receptor de una neurona motora, donde se unirá provocando la contracción del músculo.
El bótox se dirigirá a los músculos cercanos al lugar de la inyección, uniéndose a las neuronas motoras y ocupando así el espacio destinado al neurotransmisor. Si el neurotransmisor no puede unirse a la neurona motora, la señal de contracción muscular no puede comunicarse. El músculo se paraliza. Por ello, el bótox puede utilizarse con fines cosméticos, ya que puede inyectarse para paralizar los músculos faciales. Si los músculos no pueden moverse, los efectos son temporales y suelen durar entre 3 y 4 meses. Para estos procedimientos se utiliza una cantidad tan pequeña de Botox que los riesgos son bajos cuando los administra un profesional médico capacitado. Sin embargo, se sabe que el Botox a veces se propaga desde el lugar de la inyección, lo que hizo que la FDA volviera a lanzar una advertencia oficial en 2009. En casos extremos, esta propagación de la neu- roxina puede causar problemas de habla y dificultades respiratorias. Entre los efectos secundarios menos graves se encuentran la debilidad muscular, la visión borrosa, la caída de los párpados y la dificultad para tragar.
Sin embargo, antes de que el Botox se expandiera en el campo de la cosmética se utilizaba, y se sigue utilizando, para tratar una serie de afecciones médicas debilitantes. Ha demostrado ser un fármaco extremadamente eficaz que puede proporcionar un alivio temporal de dolencias como la sudoración excesiva, las migrañas, el parpadeo incontrolable, la vejiga hiperactiva y la bizquera. Las inyecciones de toxina botulínica también pueden utilizarse para aliviar los espasmos musculares en el esófago que causan dificultad para tragar, vómitos y dolor en el pecho, y para ayudar a los enfermos de parálisis cerebral, mejorando el control de los movimientos.
A pesar de sus usos, los peligros del Botox son muy reales. Ha sido clasificado como sustancia de categoría A por el centro de control de enfermedades y supone un riesgo muy grave como arma biológica. Su potencia supera con creces la del VX: el gas nervioso más tóxico jamás sintetizado.
El grupo de trabajo sobre biodefensa civil publicó en 2001 una declaración de consenso en la que se describen los peligros de la toxina botulínica y las medidas que deben adoptarse en caso de ataque bioterrorista. Son posibles tanto los ataques por aerosol como los transmitidos por alimentos, que provocan los síntomas paralizantes del botulismo entre 12 y 72 horas después de la exposición. El botulismo terminará con una insuficiencia respiratoria a menos que las personas expuestas sean tratadas rápidamente con una antitoxina, en cuyo caso pueden seguir necesitando ventilación asistida durante semanas o meses.
El bótox ha sido etiquetado como un veneno milagroso. Sus aplicaciones terapéuticas y cosméticas son amplias y eficaces, pero los riesgos que plantea son evidentes. Su uso no debe tomarse a la ligera.