Comportamiento animal/Feromonas en hormigas y abejas

Una de las muchas formas en que los organismos pueden comunicarse entre sí es mediante el uso de feromonas. Un organismo genera y emite estas sustancias químicas hormonales para transmitir un mensaje a otro miembro de la misma especie. Las hormigas y las abejas son dos ejemplos destacados del uso de feromonas, que reconocen su increíble capacidad para organizar los comportamientos de toda la colonia.

Las hormigas producen numerosas feromonas diferentes, cada una con su propio propósito. Las hormigas segregan feromonas para atraer a sus parejas, para señalar el peligro para la colonia o para dar indicaciones sobre un lugar. Otras feromonas actúan como elementos disuasorios para mantener alejadas a las hormigas no deseadas de colonias extranjeras o de insectívoros depredadores. Y otras feromonas comunican a las hormigas para que se congreguen. Esto explica cómo las hormigas asiduas ejercen una notable cooperación en la construcción de una colonia. Las feromonas mantienen la cohesión y la organización de las complejas comunidades de hormigas. Ciertos tipos, como las feromonas de alarma, producen un «efecto liberador», que induce una respuesta rápida y puede utilizarse para indicar a otras hormigas que evacuen una zona peligrosa, como un cortacésped que se acerca. Por ejemplo, cuando una araña se acerca, una hormiga libera feromonas de alarma que alertan a todas las demás hormigas. Las hormigas también pueden liberar feromonas de alarma como resultado de ser desviadas de su trabajo, por ejemplo, por pasos humanos fuertes. Las feromonas liberadoras también se utilizan para marcar el territorio. A medida que el producto químico depositado se seca, señala a los miembros de otras especies del ocupante del territorio.

Otras feromonas crean un «efecto de imprimación» que atrae a otras hormigas para realizar acciones. Estas feromonas son útiles en los rituales de apareamiento y sólo afectan a las hormigas del sexo opuesto. Las feromonas cebadoras pueden enviar señales al sistema endocrino para que se produzcan los cambios adecuados, por ejemplo, la ovulación necesaria para el éxito del apareamiento.

El biólogo E.O. Wilson descubrió en los años 60 que la sustancia química orgánica de cada feromona varía enormemente en función de la señal que conlleva. Las hormigas prueban y huelen una sustancia que se evapora del producto químico depositado por otra hormiga. Wilson observó en películas a cámara lenta que las hormigas hacen esto moviendo sus antenas de lado a lado. Por ejemplo, las feromonas de alarma se descargan en el aire y se expanden en un círculo olfativo. Las hormigas pueden determinar la concentración de la feromona, y así determinar la proximidad de la fuente de peligro.

Las abejas también son bien conocidas por comunicarse mediante el uso de feromonas. Al igual que las hormigas, las abejas tienen una variedad de propósitos asociados a las feromonas, como el marcado y el comportamiento. Las abejas liberan señales químicas para marcar las fuentes de alimento, para marcar su colmena, para perfumar los posibles lugares de la colmena y para reunir los enjambres para volar. Aunque cada colmena tiene un olor particular, las diferentes colonias pueden integrarse fácilmente durante las épocas en las que el flujo de miel es abundante, ya que el olor de la colonia se inunda con el aroma del néctar. Las abejas reinas vírgenes emiten una feromona de comportamiento que liberan con sus heces. Cuando la nueva reina se siente amenazada por las obreras, utiliza esta feromona como repelente.

Otra señal química ampliamente identificada en las abejas es la feromona mandibular de la reina (QMP). Esta feromona asegura que la reina es la única hembra reproductora en la colmena al comprometer los sistemas reproductivos de las abejas obreras. También proporciona una señal de atracción para los zánganos.