El Enfoque APIE en Enfermería

Escrito por Raymond H.

Introducción

La práctica de la enfermería contemporánea es un campo diverso y desafiante. Las enfermeras están cada vez más involucradas en la toma de decisiones complejas a medida que sus funciones se amplían en el sistema de salud (Cherry y Jacob, 2016). En cualquier decisión asistencial subyace la necesidad de identificar el origen del problema y, a continuación, desarrollar un enfoque adecuado para abordarlo. Para ayudar en la toma de decisiones, se recomienda que las enfermeras adopten marcos o modelos de resolución de problemas y planificación de los cuidados (Johansen y O’Brien, 2016). El enfoque de valoración, planificación, implementación y evaluación, también conocido como APIE (Yura y Walsh, 1967), es un enfoque comúnmente utilizado para la planificación de los cuidados en la práctica de enfermería. Este enfoque fomenta una aproximación sistemática y rigurosa al cuidado del paciente, incorporando una perspectiva holística del proceso de atención. El objetivo de este artículo es evaluar los componentes individuales del APIE y el enfoque en su totalidad con respecto a la práctica de enfermería.

Evaluación

La primera etapa del APIE es la «evaluación», que implica un análisis exhaustivo de la queja que se presenta y el relato general del paciente individual (Hill, 2015). El proceso de evaluación no es una lista de los problemas que se presentan, sino una integración más sistemática de los datos cuantitativos y cualitativos. Los datos cuantitativos incluyen el estado fisiológico del paciente, incluidas las observaciones rutinarias (temperatura, peso, presión arterial, pulso) y evaluaciones más específicas, como la exploración física y la interpretación de las investigaciones (Lewis et al., 2016). Aunque los datos cuantitativos por sí solos pueden proporcionar una pista sobre el diagnóstico del paciente, la naturaleza holística de los cuidados de enfermería exige que se tengan en cuenta el bienestar subjetivo y los aspectos cualitativos del paciente, incluidas sus ideas, expectativas y preocupaciones. Estos aspectos deben ser obtenidos para proporcionar una base para tranquilizar al paciente o abordar las necesidades de apoyo emocional y psicológico en las primeras etapas de la consulta (Hill, 2015).

El proceso de evaluación puede considerarse una parte fundamental de la planificación de los cuidados del paciente y constituye la principal fase de recogida de datos de la interacción enfermera-paciente (Lewis et al., 2016). Las enfermeras utilizan múltiples técnicas y enfoques para recopilar datos, como la elaboración de la historia clínica, la exploración y la solicitud de investigaciones, todo lo cual puede informar el proceso de toma de decisiones. Por lo tanto, la etapa inicial de la APIE puede considerarse un enfoque válido para recopilar datos que informen la planificación de los cuidados del paciente individual.

Planificación

Sólo una vez que se ha completado una fase de evaluación sistemática y exhaustiva es posible emprender una planificación eficaz de los cuidados. La planificación implica la formulación de intervenciones y estrategias adecuadas para abordar el problema que se presenta, teniendo en cuenta los elementos biológicos de la condición, así como las preferencias del paciente (Doenges et al., 2016). Además, la planificación de los cuidados debe incluir el establecimiento de objetivos claros para garantizar que el plan pueda aplicarse con éxito. Estos objetivos deben estar centrados en el paciente, ser registrables, observables, directivos, comprensibles, creíbles y relacionados con el tiempo respecto a los recursos disponibles (Hayes y Llewellyn, 2010).

Sin embargo, la planificación dentro del enfoque APIE de resolución de problemas puede ser limitada si no se tienen en cuenta modelos adicionales de enfermería, incluyendo el modelo de actividades de la vida de Roper, Logan y Tierney (1985) y el modelo de autocuidado de enfermería de Orem (1985). Estos modelos proporcionan un contexto más profundo para aplicar los principios de la APIE, teniendo en cuenta la necesidad de generar una planificación de los cuidados centrada en el paciente y unos objetivos que sean alcanzables y medibles con respecto al estado del paciente (Flagg, 2015). Del mismo modo, la planificación debe tener en cuenta la capacidad de autocuidado del paciente, un aspecto crucial de la función diaria y el bienestar (Orem, 1985). En consecuencia, las enfermeras tienen el deber de apoyar y promover a los pacientes en las actividades de autocuidado y deben facilitar estas actividades siempre que sea posible como parte del proceso de planificación de los cuidados.

Los planes de cuidados deben incluir etapas y pasos muy estructurados y claros que se pueden dar para lograr un objetivo específico, que pueden ser seguidos por los pacientes, las enfermeras y otros profesionales de los cuidados, según sea necesario (Blais et al., 2006). Las enfermeras pueden implicar a otros miembros del equipo asistencial en la toma de decisiones en este punto para maximizar los beneficios potenciales para el paciente. Además, se puede utilizar una combinación de experiencia personal y orientación basada en la evidencia para informar sobre el enfoque de planificación óptimo, lo que sugiere que las enfermeras necesitan aplicar el pensamiento crítico y una combinación de intuición y directrices para formular los objetivos de cuidados adecuados (Blais et al., 2006).

Ejecución

Al igual que en la fase de planificación, la ejecución de los planes de cuidados adecuados requiere la aportación no sólo de la enfermera, sino también del paciente. Las enfermeras deben asegurarse de que las acciones necesarias para abordar las necesidades del paciente son apropiadas y practicables, incluyendo la realización directa de intervenciones y la derivación del paciente a la atención especializada, según sea necesario (Locke y Latham, 2013). Sin embargo, el enfoque de la APIE se centra más precisamente en el papel de las intervenciones dirigidas por la enfermera y pasa por alto la importancia de las funciones de apoyo de la enfermería durante el proceso de aplicación.

Además de las intervenciones dirigidas por la enfermera, los pacientes deben ser apoyados y educados para promover el autocuidado (Wilkinson y Whitehead, 2009). Además, es necesario considerar cuidadosamente los recursos y el apoyo disponibles para garantizar que el plan de cuidados sea adecuado para el paciente individual y su entorno (por ejemplo, entornos hospitalarios o comunitarios). El autocuidado abarca desde el simple hecho de que el paciente gestione su propia medicación hasta procesos más complejos, en los que los pacientes son responsables de la identificación de los síntomas y de los cambios en el estilo de vida/comportamiento. El Nursing and Midwifery Council (2018) publica un código para las enfermeras, que incluye el papel de la enfermera en el apoyo al autocuidado de una manera sensible y compasiva. Por lo tanto, para garantizar la adhesión a las normas de la práctica y los códigos de conducta profesional, el proceso de implementación en el esquema APIE debe equilibrar la necesidad de terapias dirigidas por la enfermera y las estrategias para promover el bienestar individual y el empoderamiento en el autocuidado.

Además, el enfoque de resolución de problemas de la APIE enfatiza la necesidad de una implementación adecuada de un plan, pero es necesario considerar roles más amplios de la enfermera y el paciente para brindar atención personalizada. Esto incluye los componentes básicos del respeto y la dignidad del paciente, que deben preservarse en todo momento, así como la prestación de cuidados culturalmente sensibles (NMC, 2018). De hecho, las enfermeras que son compasivas y consideran otras culturas y creencias de los pacientes tienen más probabilidades de desarrollar relaciones terapéuticas sólidas, que han demostrado promover la adherencia a los planes de tratamiento y mejorar los resultados (Hagerty y Patusky, 2003).

Evaluación

El enfoque de la APIE culmina en una evaluación de la implementación del plan de atención, que es esencial para garantizar que se hayan cumplido los objetivos de la atención, al tiempo que permite el ajuste del plan de atención donde las necesidades siguen sin cumplirse. Este proceso de evaluación se conceptualizó inicialmente como una única evaluación durante el seguimiento del paciente o la revisión de la gestión, pero se ha convertido en un proceso más amplio de seguimiento de la terapia y de ajuste de las intervenciones a lo largo del tiempo (Barrett et al., 2014). Es necesario tener en cuenta específicamente la consecución de los objetivos de los cuidados y la idoneidad de estos objetivos en futuros episodios asistenciales, basándose en los factores del paciente y de la enfermera.

Sin embargo, el proceso de evaluación no es simplemente un proceso de revisión clínica, sino que puede considerarse un aspecto central del desarrollo profesional general de la enfermera y un proceso de aprendizaje clave (Barrett et al., 2014). De hecho, la práctica reflexiva se reconoce cada vez más como algo fundamental para la profesión de enfermería, ya que permite a los profesionales desarrollar sus puntos fuertes y centrarse en sus puntos débiles en la atención al paciente (Redmond, 2017). Por lo tanto, el proceso de evaluación permite a los profesionales participar en la planificación de los cuidados personalizados para el paciente, así como en el desarrollo profesional basado en la reflexión sobre los cuidados prestados hasta la fecha.

Ampliación y mejora del enfoque APIE en la práctica

Aunque el enfoque APIE es un aspecto fundamental de la resolución de problemas en la práctica enfermera contemporánea, está claro que el uso de modelos y procesos adicionales es esencial para optimizar la prestación de cuidados para el paciente individual. Además, algunos autores han sugerido que el enfoque APIE se beneficia de la ampliación de los términos y la inclusión de áreas adicionales (Hill, 2015). Por ejemplo, una ampliación del enfoque APIE incluye el uso de etapas de refinamiento adicionales y el seguimiento continuo de la planificación de la atención, que son adiciones importantes al enfoque de resolución de problemas que reconocen la importancia de la gestión de las enfermedades crónicas en la práctica contemporánea.

Además, algunos autores abogan por la inclusión de una fase de toma de decisiones tras la evaluación, que formaliza la necesidad de desarrollar un plan basado en todas las pruebas disponibles, tanto cuantitativas como cualitativas (Lumbers, 2018). Lograr un diagnóstico adecuado también tiene el beneficio de permitir una comunicación clara de la naturaleza de la fase de planificación a través de múltiples grupos profesionales y puede proporcionar al paciente una orientación sobre sus futuras necesidades de atención.

De hecho, el enfoque ASPIRE ha sustituido en gran medida a la APIE y comprende la valoración, el diagnóstico sistemático de enfermería, la planificación, la implementación, la re-comprobación y la evaluación (Lumbers, 2018). Este enfoque será ampliamente conocido por las enfermeras y enfatiza la importancia de un enfoque sistemático para diagnosticar y volver a comprobar el proceso de implementación antes de la evaluación. Las extensiones del APIE pueden considerarse perfeccionamientos que solo sirven para aumentar la estructura básica de resolución de problemas inherente al enfoque. Por lo tanto, el enfoque APIE o ASPIRE sigue siendo un elemento central de la toma de decisiones clínicas en la práctica enfermera contemporánea.

Conclusión

En resumen, el enfoque APIE sigue siendo un enfoque comúnmente utilizado y fundamentado para la planificación de los cuidados en la práctica enfermera. Cada etapa de la APIE es un componente justificable del proceso de enfermería y puede contribuir a una toma de decisiones eficaz. Sin embargo, a menudo se requiere el uso de modelos de enfermería para complementar el enfoque de resolución de problemas de la APIE, a fin de garantizar el bienestar holístico y un enfoque de los cuidados centrado en el paciente. Por lo tanto, la APIE puede considerarse una herramienta valiosa en el contexto de modelos de enfermería más amplios para facilitar la planificación de los cuidados y la toma de decisiones.

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