Los beneficios olvidados de una 'mala' memoria

La memoria es la esencia de nuestro funcionamiento psicológico, esencial para cada movimiento que realizamos: vestirse, desayunar, conducir hasta el trabajo, hacer un crucigrama, preparar una taza de té. Nada de lo que hacemos en nuestra vida cotidiana consciente no requiere memoria.

Entonces, dada nuestra dependencia de ella, ¿por qué la memoria a veces -o a menudo- nos falla? ¿Y es algo que debe preocuparnos, o podría ser realmente saludable?

Considere algunas de las muchas formas en las que nuestra memoria parece no funcionar correctamente. Está el nombre que te dicen al conocer a alguien nuevo y que olvidas en cuestión de segundos; el hecho de subir a buscar algo y luego olvidar para qué fuiste allí; o recordar felizmente unas vacaciones en el extranjero hace varios años sin ningún recuerdo del incidente en el aeropuerto que alteró a la familia.

Probablemente es cierto que todo el mundo puede relacionarse con cada uno de estos «fallos» de la memoria, y de hecho son fallos. Pero puede ser que no debamos preocuparnos demasiado por ellos.

Los distintos tipos de olvido implican cuestiones diferentes. Por ejemplo, a veces está claro que simplemente no hemos fijado un recuerdo adecuado en nuestra mente en primer lugar, como cuando olvidamos por qué subimos las escaleras.

En otros casos está claro que hay un recuerdo ahí, pero simplemente no es recuperable – como cuando un nombre que conoces está en la punta de la lengua. O tal vez el recuerdo ha sido alterado en algún aspecto a lo largo del camino, cuando estás convencido de que algo ocurrió un jueves, aunque todos los hechos apuntan a que fue un martes.

Entonces, ¿para qué sirve la memoria y por qué el olvido es una experiencia tan frecuente? La memoria sirve para darnos un registro de nuestras vidas, para situarnos en el presente y para planificar el futuro. Es esencial para el sentido de identidad. Y aunque los lapsos de memoria pueden ser frustrantes, hay formas de evitarlos, que a veces pueden ser beneficiosas para ese sentido del yo.

Si me olvido constantemente de dónde he puesto las llaves, desarrollo una rutina para afrontar la situación. Es una solución sencilla pero eficaz que requiere práctica (y acordarse de promulgarla): poner las llaves siempre en el mismo sitio.

O bien, si quiero recordar el nombre de alguien, me aseguro de que, al conocerlo, hago un esfuerzo adicional para registrar su cara, decir su nombre en voz alta y, tal vez, intentar asociarlo con otra persona del mismo nombre. (Al parecer, uno de los puntos fuertes del ex presidente de EE.UU. Bill Clinton como político carismático era que siempre recordaba los nombres de las personas, pero esto no se habría conseguido sin un nivel de concentración deliberado.)

Justo donde los dejaste. /ROMSVETNIK

Y si recuerdo unas vacaciones totalmente felices y reprimo el incidente negativo del aeropuerto, esto realmente me ayuda a sentirme mejor conmigo mismo y con mi experiencia. He editado inconscientemente el aspecto negativo para crear un recuerdo más positivo.

Otro ejemplo interesante de este tipo de «auto-edición» beneficiosa es cuando las parejas de larga duración le dicen a su otra mitad: «Hoy te quiero más que ayer». Cuando los psicólogos examinaron este concepto, descubrieron que no era del todo cierto. En cambio, descubrieron que las parejas de larga duración tienen un compromiso con el otro que es importante para su propio bienestar personal. Por lo tanto, si siento que te quiero más que ayer, en última instancia es beneficioso para sentirme positivo conmigo mismo, aunque no sea objetivamente cierto.

Recordar para olvidar

A la mayoría de las personas les falla la memoria con regularidad, y esto se debe a que nuestra mente tiene una capacidad limitada para procesar toda la información de nuestro entorno. Sencillamente, no es factible recordar todo lo que experimentamos.

Dicho esto, hay raros casos de personas que afirman tener «súper recuerdos». Pueden recordar qué tiempo hacía el 6 de marzo de 2016, por ejemplo, o qué comieron el 15 de septiembre de 2004. Uno de esos «supermemorizadores» ha descrito la capacidad como «una maldición que se reproduce una y otra vez en mi mente».

La realidad de recordar todo sería una experiencia abrumadora. Así que para la mayoría de nosotros, olvidar cosas no sólo es normal – sino deseable.

Los fallos de memoria habituales pueden superarse a menudo de forma deliberada y metódica, mientras que los cambios en la memoria a lo largo del tiempo suelen deberse a que las personas mantienen un sentido positivo de sí mismas. Y eso vale la pena recordarlo.