Nutrición y rendimiento deportivo

La relación entre la nutrición y el rendimiento deportivo es tan cierta como la conexión entre el entrenamiento físico y el éxito deportivo. Las exigencias físicas de todos los deportes requieren el consumo de alimentos saludables, con la proporción correcta de carbohidratos, proteínas y grasas. Los tipos de alimentos consumidos también deben contener cantidades óptimas de vitaminas y minerales, todo ello apoyado por unos niveles de hidratación adecuados y constantes en el cuerpo.

El rendimiento deportivo es una expresión distinta de muchos de los conceptos más amplios de las ciencias del deporte, como la salud, la forma física o la longevidad. El rendimiento deportivo describe los esfuerzos realizados por un atleta para alcanzar objetivos de rendimiento específicos durante un período de tiempo. El talento natural o la forma física del deportista influyen en el nivel de rendimiento; todos los deportistas, en última instancia, miden el rendimiento según sus propios criterios. El rendimiento suele considerarse como un conjunto de resultados individuales, como el rendimiento durante un mes o una temporada de competición, en contraposición a una actividad única o aislada. El rendimiento atlético incluye no sólo la evaluación de un resultado concreto, sino también el concepto de recuperación; la rapidez con la que un atleta puede volver al entrenamiento o a la rutina habitual es un factor de rendimiento importante, ya que la recuperación dictará la forma en que el atleta es capaz de prepararse para el siguiente evento. La nutrición desempeña un papel vital en la mejora de todos los aspectos del rendimiento.

No existe ningún alimento milagroso o suplemento milagroso que garantice una nutrición perfecta para un atleta. La ciencia ha determinado que, si bien hay muchas maneras de mejorar nutricionalmente una dieta que es deficiente con respecto a uno o más componentes, el mejor enfoque para los atletas y los no atletas por igual es consumir una dieta equilibrada tradicional, cuyas variaciones han sido promovidas por la mayoría de los gobiernos del mundo durante más de 40 años. También existe un fuerte apoyo científico a la propuesta de que, sujeto a la modificación de la ingesta calórica, debido a las necesidades energéticas del deporte, el tipo de dieta que proporciona valor nutricional a los atletas es muy similar a la que consumen los no atletas sanos.

La dieta equilibrada suele expresarse de dos maneras: como una proporción de los grupos de alimentos de hidratos de carbono, proteínas y grasas, o como una pirámide de alimentos, donde el consumo diario recomendado de los diferentes tipos de alimentos dentro de los tres grupos de alimentos se define por porciones o cantidades. La Guía Alimentaria de Canadá y la formulación denominada MyPyramid, desarrollada y publicada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), son dos ejemplos. En cada recomendación, se especifican las cantidades diarias de cereales integrales, productos lácteos, verduras, frutas, pescado y productos cárnicos, así como los métodos sugeridos para la cocción y preparación de los alimentos que maximizarán el valor nutricional de cada uno de ellos.

Es una premisa central de la dieta equilibrada, ya sea vista desde el reparto de carbohidratos, proteínas y grasas, o por tipo de alimento y porción, que si se consumen los tipos adecuados de alimentos, la persona obtendrá invariablemente los otros beneficios nutricionales cruciales, incluyendo las cantidades necesarias de vitaminas, minerales, fibra y líquidos. Los carbohidratos, como los cereales integrales, las frutas y las verduras, son excelentes fuentes de vitaminas y minerales; ejemplos de ello son los cereales integrales, que proporcionan tanto el complejo vitamínico B como la fibra dietética para ayudar a la digestión, y los cítricos, todos ellos ricos en vitamina C.

El desarrollo de un plan nutricional específico para un atleta de élite representará variaciones, en contraposición a cualquier cambio al por mayor, de los enfoques nutricionales básicos. Una creencia común entre los atletas de fuerza, como los levantadores de pesas o aquellos que buscan construir músculo, es que su dieta debe reflejar su entrenamiento a través de un mayor consumo de proteínas, esenciales para la construcción y reparación muscular, tanto a través de alimentos como de suplementos dietéticos. Mientras que en situaciones a corto plazo un atleta puede aumentar las proteínas para ayudar en un programa de pesas, como propuesta general estos atletas requieren sólo mínimamente mayores cantidades de proteínas sobre una base diaria para apoyar sus niveles de entrenamiento que otros atletas.

Algunos atletas comparten el mismo concepto erróneo en relación con el componente de grasa de la dieta equilibrada; las grasas deben ser reducidas, en la creencia de que el cuerpo será más delgado. Este enfoque pasa por alto que las grasas son en sí mismas una excelente fuente de energía para el cuerpo, liberadas de su almacenamiento en los tejidos adiposos como ácidos grasos, que son utilizados por las células para producir energía, y glicerol, que es procesado por el hígado en glucógeno. Y lo que es más importante, cuando los atletas intentan reducir la cantidad de grasas respecto a la sugerida en una dieta equilibrada, perjudican potencialmente la capacidad del cuerpo para absorber las vitaminas liposolubles, incluida la vitamina D, crítica para la capacidad del cuerpo de utilizar el calcio en la construcción y reparación de los huesos.

La clase de atleta que puede requerir una desviación más significativa de los patrones de la dieta saludable es el atleta joven, cuyo cuerpo estará experimentando aumentos normales de crecimiento y estará sujeto a las demandas de la actividad atlética. La dieta nutricional para este atleta requerirá a menudo mayores cantidades de cada grupo de alimentos, así como una cuidadosa atención a los niveles de minerales como el calcio y el magnesio, que son esenciales para el crecimiento del sistema musculoesquelético.

Véase también Carbohidratos; Dieta; Minerales; Nutrición.