Qué hacer cuando la ansiedad te golpea de repente
La ansiedad es una experiencia complicada. A veces está claro por qué tenemos esas sensaciones desagradables en la zona del estómago, un corazón palpitante o las palmas de las manos sudorosas. Tal vez un familiar no ha llamado desde hace tiempo y estamos preocupados por él. Se acerca un examen y lo tememos. O tenemos que ir a una fiesta y mezclarnos con la gente aunque no nos apetezca en absoluto. Pero en otras ocasiones, la ansiedad puede golpearnos de la nada.
Sin una razón obvia, podemos pasar de sentirnos bien a experimentar una ansiedad bastante intensa. En este post, cubriremos los fundamentos de por qué sucede esto y cuál es el primer paso que puedes dar para revertirlo.
Lo primero que debemos saber es esto: La ansiedad es una respuesta incorporada y está aquí para mantenernos a salvo. Por una muy buena razón, la evolución ha desarrollado el cerebro humano para que pueda desencadenar el estrés y la ansiedad en cualquier momento en que nos sintamos amenazados: nos mantiene vivos.
Desgraciadamente, esta reacción innata puede salir mal. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando nos ponemos ansiosos de repente. Puede desencadenarse por un pensamiento que nos viene a la cabeza, por un recuerdo reprimido o por una combinación de pequeños factores de estrés que se unen para desencadenar la ansiedad. Puede que no nos demos cuenta en absoluto, pero a nuestro subconsciente no le importa. Puede captarlos y activar nuestra alerta innata de peligro.
Lo que no hay que hacer
Lo que resulta tentador es empezar a pensar de dónde proceden esos sentimientos. Sentimos la necesidad de analizar lo sucedido y averiguar por qué nos sentimos ansiosos ahora. Pero en lugar de un breve análisis, lo que suele ocurrir a continuación es lo siguiente: Empezamos a preocuparnos por si esos sentimientos volverán a aparecer. Empezamos a pensar en los posibles desencadenantes una y otra vez. Y empezamos a prestar mucha atención a cualquier signo corporal que pueda significar que la ansiedad vuelve a aparecer.
Desgraciadamente, todas estas cosas sólo empeoran la ansiedad. Analizar es -la mayoría de las veces- una mala idea. La ansiedad es una experiencia compleja y probablemente no podremos encontrar su origen. Más bien nos hacemos aún más desgraciados si seguimos rumiando de dónde vienen esos sentimientos. E incluso si tenemos la suerte de encontrar el origen de la ansiedad, nuestros sentimientos no desaparecen sólo porque conozcamos su origen.
Lo que deberías hacer en su lugar
Ahora es cuando se pone interesante. Si existiera algún truco mágico para pasar de la ansiedad a la calma total en cuestión de minutos, probablemente ya habrías oído hablar de él. Pero este truco no existe. En el momento en que nos sentimos ansiosos sin saber por qué, no hay mucho que podamos hacer sobre esos sentimientos.
Por eso, una terapia llamada Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) nos enseña exactamente lo contrario de intentar deshacernos de esos sentimientos: aceptarlos. Es un enfoque terapéutico relativamente nuevo pero bien investigado que muestra resultados prometedores. Y una de las estrategias centrales que nos enseña es cómo aceptar los sentimientos de ansiedad en lugar de luchar contra ellos.
Al principio, esto parece un consejo contraintuitivo. Si nos rendimos al sentimiento, ¿no se quedará aquí para siempre? Pero aceptar no es lo mismo que rendirse.
Aceptar no es lo mismo que rendirse.
Rendirse significa dejar de intentar. Significa rendirse. Es como decir: «No tiene sentido seguir intentándolo, ahora siempre me sentiré así». Aceptar, en cambio, significa simplemente reconocer que el sentimiento está ahí ahora mismo y que no podemos hacer que desaparezca por pura fuerza de voluntad. Aceptar significa entender que no podemos forzar la desaparición de esos sentimientos. Es como decir: «Estos sentimientos están aquí ahora mismo. Acepto que están aquí». Y este tipo de aceptación es el primer paso para recuperar el control sobre ellos.
Aceptar significa comprender que no podemos alejar esos sentimientos a la fuerza.
Aún así no podremos controlar los sentimientos en sí. Pero como dejamos de intentar controlar nuestros sentimientos, recuperamos el control sobre nuestra vida. En lugar de luchar contra la ansiedad o huir de ella, somos capaces de responder a ella con más libertad. Y por eso -paradójicamente- aceptar esos sentimientos es la base para un cambio efectivo.
Al final, dejemos una advertencia. Por supuesto, esto es mucho más fácil de decir que de hacer. La verdadera aceptación necesita práctica. Pero se puede aprender.