Sin selva tropical, no hay nueces de Brasil
Cuando dos o más especies de un ecosistema interactúan en beneficio mutuo, se dice que la relación es mutualista. La producción de nueces de Brasil y la regeneración de los árboles que las producen proporcionan un ejemplo de mutualismo, y en este caso la interacción también ilustra la importancia de la ecología vegetal y animal en el mantenimiento de un ecosistema de selva tropical.
Las abejas Euglossine (la mayoría de las veces las hembras) son las únicas criaturas que pueden entrar regularmente en las flores del árbol de la nuez de Brasil, que tienen tapas. Las abejas entran para alimentarse del néctar, y en el proceso polinizan la flor. La polinización es necesaria para que el árbol inicie la producción de nueces. Así, el árbol de la nuez de Brasil depende de las abejas euglosinas hembras para la polinización.
Los euglosinos machos tienen un papel diferente en este proceso ecológico. Para reproducirse, los machos deben primero probarse ante las hembras. Los machos logran esto visitando las orquídeas con el único propósito de recoger sustancias químicas fragantes de las flores. Estas fragancias son una condición previa necesaria para el apareamiento eugloso. Sin las orquídeas de la selva tropical circundante, la población de euglosinos no puede sostenerse, y los árboles de castaña no son polinizados. Por esta razón, las nueces de Brasil utilizadas para el consumo humano deben recogerse en la selva tropical; no pueden producirse en plantaciones.
Una vez que se forman las vainas de las nueces de Brasil, el árbol depende del agutí, un roedor, para distribuir y plantar las semillas. El agutí es uno de los pocos animales capaces de masticar la durísima vaina para alcanzar las nueces de su interior. Los agutíes dispersan y entierran las nueces para su futuro consumo, pero algunas de ellas consiguen brotar y convertirse en árboles maduros.