Tectónica de Placas

La Tierra tiene el campo magnético más fuerte de todos los planetas terrestres, con propiedades similares a las de un dipolo magnético o barra magnética. A medida que se enfrían las rocas volcánicas que acaban de entrar en erupción, o que los sedimentos se asientan lentamente en los lagos o en las cuencas oceánicas profundas, los minerales magnéticos que contienen se alinean de acuerdo con el campo magnético ambiental de la Tierra. Esta orientación magnética se conserva en la roca. La antigua inclinación y declinación de estas rocas puede entonces medirse utilizando equipos analíticos sensibles.

A medida que un continente se desplaza sobre la superficie de la Tierra, las rocas sucesivamente más jóvenes que se forman sobre y dentro de ese continente registrarán diferentes posiciones paleomagnéticas, que variarán según la ubicación del continente cuando se formó la roca. En consecuencia, la posición de los polos conservados en las rocas de diferentes edades se desviará aparentemente de la posición actual del polo magnético (Figura 4a). Al unir las posiciones aparentes de estos polos anteriores, se genera una trayectoria de vagabundeo polar aparente (APW). Ahora se sabe que los polos magnéticos de la Tierra no se desvían realmente de esta manera, y los cambios representados en las trayectorias APW son simplemente el resultado del movimiento del continente a lo largo del tiempo (Figura 4b).

Figura 4

Figura 4 Dos métodos de visualización de los datos paleomagnéticos: (a) asume que el continente ha permanecido fijo a lo largo del tiempo, y registra la trayectoria aparentemente errante del Polo Sur; (b) asume que los polos magnéticos son fijos a lo largo del tiempo, y registra la deriva de latitud de un continente. (Adaptado de Creer, 1965)

No obstante, las trayectorias APW siguen siendo una herramienta de uso común porque proporcionan un método útil para comparar datos paleomagnéticos de diferentes lugares. Son especialmente útiles para trazar el rifting y la sutura de los continentes.

La figura 5a muestra que América del Norte y Europa tienen trayectorias individuales de vagabundeo polar aparente. Sin embargo, se parecen en líneas generales en que tienen cambios de dirección similares al mismo tiempo. La figura 5b muestra las trayectorias de APW si se cierra el océano Atlántico haciendo coincidir las plataformas continentales.

Figura 5

Figura 5 (a) Trayectorias de vagabundeo polar aparente para América del Norte y Europa, según las mediciones, (b) Trayectorias de vagabundeo polar aparente para América del Norte y Europa con el Atlántico cerrado. Se muestran los polos de los sucesivos periodos geológicos. (c) Las trayectorias aparentes de vagabundeo polar para Europa y Siberia. (Adaptado de Mussett y Khan, 2000)

Pregunta 2

¿Qué le dice esto sobre las masas continentales norteamericana y europea durante los periodos que abarcan estos registros paleomagnéticos?

Respuesta

Los dos continentes se movían juntos como una sola masa desde el Ordovícico hasta la apertura del Océano Atlántico durante el Jurásico.

A la inversa, si las trayectorias de APW de dos regiones fueron diferentes al principio, pero se volvieron similares más tarde, una explicación sería que las dos regiones estaban originalmente en masas de tierra independientes que luego chocaron y posteriormente comenzaron a moverse juntas como una sola unidad continental.

Actividad 2

¿Qué te dicen las trayectorias de APW de la Figura 5c sobre la forma en que Europa y Siberia han derivado desde el Periodo Silúrico hasta la actualidad?

Respuesta

Las partes APW de Europa y Siberia son las mismas hasta el Triásico, pero antes de esta época el polo siberiano estaba al oeste del europeo. Esto indica que las dos regiones formaban parte de masas terrestres diferentes hasta el Triásico; en ese momento debieron colisionar, y después continuaron moviéndose como una sola unidad.

A pesar de las pruebas acumuladas por Wegener y del creciente cuerpo de información geológica, paleontológica y paleomagnética, siguió habiendo una fuerte oposición a su teoría de la deriva continental, lo que hizo que sólo unas pocas personas con visión de futuro siguieran buscando pruebas que apoyaran esta teoría (Cuadro 1).

La oposición científica razonaba que si los continentes se separaban, seguramente debían dejar un hueco en el lugar que ocupaban o, alternativamente, debían empujar el fondo marino circundante durante su movimiento. Los geofísicos de la época no tardaron en presentar cálculos que demostraban que los continentes no podían comportarse de esta manera y, lo que es más importante, nadie podía concebir un mecanismo físico que impulsara a los continentes de la manera que Wegener había propuesto. En consecuencia, la teoría de la deriva continental no ganó popularidad científica en su momento y fue quedando cada vez más relegada durante varias décadas. Para conseguir una mayor aceptación científica, las ideas de Wegener tuvieron que esperar a que se comprendiera mejor la estructura interna de la Tierra y los procesos que controlan la pérdida de su calor interno.